Camino a Colonia el Sábado pasado, estuve dándole vueltas a varias opciones para pasar el día, y al final me decidí por el Cementerio de Melaten. Aunque vuestra primera reacción sea la de pensar que mi elección fue un tanto siniestra, os aseguro que es un lugar digno de verse; de hecho, durante el tiempo que estuve allí, me crucé con varios grupos turísticos que, como yo, querían empaparse del arte y la historia que encierran esos viejos muros.Mucho antes de la inauguración del cementerio, los terrenos de Melaten ya eran un lugar de muerte, y de muerte violenta, además. Allí tenían lugar las ejecuciones públicas de la ciudad durante la Edad Media. Allí fueron quemados, en 1529, los protestantes Peter Fliesteden y Adolf Clarenbach por profesar su fe. Allí fue también donde, a principios del s. XVII, se asesinó a más de 30 mujeres y niñas en pleno frenesí de caza brujas. La última persona que murió ejecutada en aquel lugar fue el ladrón de iglesias Peter Eick, en 1797.
El nombre de Melaten viene de melade (enfermo, en francés), y fue dado porque en sus terrenos, entonces las afueras de Colonia, había una leprosería. A sus moradores sólo se les permitía salir para mendigar durante ciertos días festivos, y siempre precedidos por un funcionario que ponía sobre aviso a los habitantes de la ciudad. El asilo se cerró en 1767, al estar la lepra prácticamente erradicada, y sus edificios fueron usados como workhaus (casa de trabajo, en alemán; un lugar donde se daba alojamiento y comida a los pobres y marginados sociales a cambio de su trabajo). En 1801, la residencia de la calle Wahlengasse (hoy Waisenhausgasse) se compró para convertirla en orfanato.
La ocupación francesa de 1794 supuso muchos cambios para los habitantes de Colonia. En 1804, Napoleón publicó el Décret sur les sépultures, que prohibía, por motivos de higiene, los entierros en el interior de las ciudades, pueblos y edificios cerrados. El gobierno municipal compró entonces una parcela en los terrenos de la antigua leprosería y, finalmente, en 1810 tuvo lugar la inauguración del Cementerio de Melaten: Colonia tenía por fin su cementerio principal. Aunque claro, no estaba abierto a todo el mundo: hasta 1829, sólo los católicos podían ser enterrados allí. A los protestantes se les enterraba en el antiguo Cementerio Geusen (situado en el barrio de Weyertal, a las afueras de la ciudad), y a los judíos se les enterraba en el barrio de Deutz (también a las afueras).En Melaten descansa un gran número de celebridades del mundo de la industria, la cultura, el espectáculo... Allí conviven historias individuales y familiares con la historia de la ciudad. Diversos conflictos bélicos quedan registrados en sus respectivos monumentos conmemorativos: la guerra contra Napoleón, la Guerra Austro-Prusiana, la Guerra Franco-Prusiana y, por supuesto, la I y II Guerra Mundial. Me llamaron la atención 96 tumbas, todas iguales y con la misma fecha de defunción.
Resultaron pertenecer a víctimas de la “Operación Milenio”, llevada a cabo por la Royal Air Force, y en la que 1000 bombarderos atacaron Colonia durante la noche del 30 al 31 de Mayo de 1942. La operación dejó la ciudad prácticamente destrozada (la propia RAF calificó de “impresionante” la lista de edificios afectados), y se llevó por delante la vida de 469 personas, de las que casi el 90 % eran civiles.Observé que en muchas de esas lápidas aún se depositan flores, y eso fue lo que me apenó especialmente: después de casi 70 años, aún hay gente que llora por aquello. Fue algo similar a lo que sentí hace años en un viaje que hice a Normandía y Bretaña cuando, tras visitar el cementerio americano de Colleville-sur-Mer (sí, ese que sale en “Salvar al soldado Ryan”), fui al cementerio alemán de Mont-de-Huisnes. El primero me transmitió patriotismo, el segundo sólo tristeza, pero esa… es otra historia. Aquí os dejo ahora, y para vuestro disfrute, las fotos que hice el pasado Sábado en Melaten, tomándome, eso sí, la licencia de pasarlas a blanco y negro a modo de experimento artístico.

La primera vez que tomé parte en una visita guiada por la ciudad de Colonia, confieso que quedé sorprendida por la cantidad de arquitectura romana allí presente. Au contraire, Colonia fue el “ojito derecho” de muchos emperadores, por lo que en realidad a nadie debería extrañarle que cada cierto tiempo se descubran nuevos yacimientos. Fue el lugar de nacimiento de Agripina la Menor (15-59 d. C.); para más señas, hermana del emperador Calígula, esposa del emperador Claudio y madre del emperador Nerón (ya sabéis, aquél de quien se dice que incendió Roma para reconstruirla a su gusto, al tiempo que cantaba y tocaba su lira). Agripina, una mujer cuyos tejemanejes y conjuras darían para escribir libros enteros, pero a quien, en cierto modo, Colonia le debe lo que es hoy. Y así, durante 2 Sábados consecutivos, me fui en pos de sus huellas.
el Rin se convirtió en la frontera oriental. En 27 a. C., Augusto legalizaría su posición como autócrata de facto, es decir, se proclamó el primer emperador. Los ubios, tribu germánica que habitaba a la derecha del Rin, se establecieron en la otra orilla, forjando una alianza con los romanos, y para el año 7 a. C., ya se habría consolidado un asentamiento urbano que recibiría el nombre de Oppidum Ubiorum (ciudad de los ubios). La estrepitosa derrota de Varo a manos de Arminio el Querusco frenaría la expansión romana en Germania, y confirmaría al Rin como frontera fluvial. Tiberio, comandante en jefe del ejército del Rin, y proclamado emperador en el año 14 d. C., sería responsable de la construcción de uno de los mejores ejemplos de arquitectura romana en esta ciudad: el Pretorio (tipo de construcción originalmente destinada al comandante supremo de un ejército, aunque posteriormente también sería ocupada por los gobernadores), edificio que iría renovándose y ampliándose en los siglos siguientes.
El emperador Constantino también pasó grandes temporadas allí, y promovió otra de sus grandes construcciones: el fuerte Castrum Divitium, edificado entre 310-315 en la orilla derecha del Rin, y comunicado con el otro lado por el puente que llevaba su nombre.
Alemania, las tantas de la noche; acabo de apagar (¡por fin!) la televisión, donde gracias a la ZDF he podido ver lo que no pensé que podría: la final de la Copa del Rey de fútbol, disputada por los eternos rivales de siempre, Barcelona y Real Madrid, Real Madrid y Barcelona. Como una imagen vale más que mil palabras no hará falta que cuente quién ganó, ¿verdad?, así que sin más preámbulos, quisiera compartir con vosotros la carta que en Marzo de 2006 me hizo llegar una vieja amiga, y que yo a su vez remití al blog Ciudadano M de elmundo.es para su publicación. Dado que en este mismo instante me hallo a 1500 km de donde me gustaría estar, esto es, con mi amiga y los suyos, no encuentro mejor momento que éste para compartir con vosotros sus palabras:
Un buen día, el Real Madrid dejó de ganar trofeos. Hace ya casi 3 años que no recibo visita alguna. Me aburro. Y no sólo es el aburrimiento, señores; es que empiezo de nuevo a ser víctima del desasosiego al ver que he vuelto a dejar de ser útil. Dado que nunca más seré utilizada para proporcionar agua, sólo me queda seguir trabajado como lugar de culminación de celebraciones deportivas. Pero para eso, y me dirijo ahora a los señores jugadores del Real Madrid, necesito que ustedes consigan victorias. Apriétense el cinturón, corran más, déjense de juergas y dedíquense a lo suyo, porque sin sus triunfos, mi empleo no tiene sentido. Mientras ustedes sigan sin tener un miserable trofeo que llevar a sus vitrinas, lo único que yo puedo hacer es mirar hacia atrás y decir… CUALQUIER TIEMPO PASADO FUE MEJOR.
Los seguidores de la serie “Los Simpson” quizá recuerden cuando Homer conversa con unos alemanes que dicen venir del “país de la chocolata”. La expresión no anda exenta de razón, ya que Alemania es el segundo país del mundo que más chocolate (y derivados) produce, sólo superado por EEUU. Inaugurado en 1993, el Museo del Chocolate de Colonia es uno de los 10 más visitados de todo el país. El museo guía al visitante no sólo por todo el proceso de fabricación, sino también a lo largo de la historia del delicioso manjar (¡sí, manjar!); posee incluso un jardín tropical en el que crecen una gran variedad de plantas, incluyendo la del cacao. Y ya que el pasado Sábado decidí dejarme caer por allí, permitidme contar parte de la historia.
Se dice que en 1502, en el transcurso del cuarto de sus viajes, Cristóbal Colón probó la bebida y no quedó demasiado impresionado. No sería hasta 1528 cuando el “oro marrón” cruzaría el charco gracias a Hernán Cortés, quien lo introduciría en la corte del emperador Carlos V (1500-1556). De hecho, cuenta la historia que un monje cisterciense acompañó a Hernán Cortés a México y envió el primer cacao, junto con la receta del chocolate, al abad del Monasterio de Piedra (Zaragoza), en cuya cocina se elaboró el delicioso manjar (¡sí, insisto!) por primera vez en Europa. Por ello, resulta curioso que, durante un tiempo, la Iglesia Católica se preguntara si el consumo de chocolate era pecado debido al placer que proporcionaba; durante los s. XVI y XVII el asunto se convirtió en cuestión teológica de primer orden, la cual no fue resuelta de forma definitiva hasta el pontificado del Alejandro VII (1599-1667).
Revolución Industrial (s. XVIII-XIX) cuando dejaría de considerarse un alimento exclusivo de ricos. La invención de la máquina de moldeo en 1846 permitió la manufacturación de barras de chocolate, y con ello, se abrieron las puertas de la producción industrial en masa, dando lugar a la infinita gama que podemos disfrutar en nuestros días.
El Antiguo Egipto es algo que me apasiona, y por tal motivo decidí dejarme caer el pasado Sábado por la exposición “Tutankhamón: la tumba y sus tesoros” que tiene lugar en Colonia. Dice el refrán: por el hilo se saca el ovillo; sin embargo, la excepción parece confirmarse en todo lo relacionado con aquel faraón muerto sobre el 1324 a.C. a la edad de 19 años, y es que son muchos los misterios que aún rodean su figura.
La Dinastía XVIII (aprox. 1550-1295 a. C.) dio comienzo al Imperio Nuevo de Egipto, y fue una de las más poderosas. De Tutankhamón se sabe a ciencia cierta que ascendió al trono cuando apenas tenía 9 ó 10 años, así que el gobierno efectivo lo ejercieron sus ministros, por cuya influencia el faraón desplazó el culto al dios Atón, restauró el culto tradicional a Amón (acabando así con el primer intento de culto monoteísta de la historia, impulsado por Akenhatón), y cambió su nombre de Tutankhatón a Tutankhamón.
La segunda de las grandes incógnitas es la causa de su muerte. Un estudio con rayos X determinó en 1968 que la momia presentaba una inflamación en el cráneo, lo que indicaría que Tutankhamón habría muerto de un golpe en la cabeza, quizá asesinado. Sin embargo, un TAC efectuado en 2005 desechó esa idea, revelando la existencia de una fractura en la pierna izquierda, causada probablemente por un accidente de caza, con lo que el faraón habría muerto de la hemorragia o de la infección posterior. En el estudio publicado en la revista JAMA en 2010, sin embargo, se reveló que Tutankhamón sufría múltiples afecciones como resultado de la endogamia (habitual en aquella época entre miembros de la familia real). El joven faraón adolecía de varias enfermedades óseas y de malaria, ninguna de ellas causa directa de la muerte, pero quizá sí que contribuyeron tras la fractura de la pierna. El Instituto Bernhard Nocht de Medicina Tropical de Hamburgo discrepó, no obstante, sosteniendo que Tutankhamón murió de problemas en la sangre.
Sábado al mediodía, un día precioso y ganas de pasear. Me encantan los animales, así que con las mismas me fui al Zoo de Colonia. Una vez allí pude encontrar a mucha gente que, como yo, iba a pasar el día con su cámara de fotos o un libro, y es que el tiempo acompañaba. Y como hacía un año que el Zoo había celebrado su 150 aniversario, curiosa por naturaleza, eso me dio pie a querer indagar un poco en el origen de los parques zoológicos. He aquí el resultado de mis pesquisas…
Desde su inauguración, el Zoo de Colonia ha ido añadiendo diferentes pabellones para los muy diversos huéspedes, destacando la antigua casa de elefantes de estilo morisco (1863), y la “Casa de Sudamérica” (1899). Durante la I Guerra Mundial (1914-1918) y la Gran Depresión (años 30) se paralizó la construcción, y la ciudad de Colonia tuvo que hacerse con la mayor parte de las acciones para evitar el cierre. Es bien sabido que la II Guerra Mundial (1939-1945) arrasó Alemania en todos los sentidos, y la mayoría de los parques zoológicos del país quedaron destruidos prácticamente por completo. En 1960 finalizó la reconstrucción del Zoo de Colonia coincidiendo con su 100 aniversario. Como anécdota, el nacimiento en 2006 de Marlar, primer bebé del nuevo parque de elefantes, supuso todo un acontecimiento, y hasta la fecha tan tierno evento ostenta el record de visitas del Zoo. Ella es, sin duda, la preferida de los visitantes.