
Mucho antes de la inauguración del cementerio, los terrenos de Melaten ya eran un lugar de muerte, y de muerte violenta, además. Allí tenían lugar las ejecuciones públicas de la ciudad durante la Edad Media. Allí fueron quemados, en 1529, los protestantes Peter Fliesteden y Adolf Clarenbach por profesar su fe. Allí fue también donde, a principios del s. XVII, se asesinó a más de 30 mujeres y niñas en pleno frenesí de caza brujas. La última persona que murió ejecutada en aquel lugar fue el ladrón de iglesias Peter Eick, en 1797.
El nombre de Melaten viene de melade (enfermo, en francés), y fue dado porque en sus terrenos, entonces las afueras de Colonia, había una leprosería. A sus moradores sólo se les permitía salir para mendigar durante ciertos días festivos, y siempre precedidos por un funcionario que ponía sobre aviso a los habitantes de la ciudad. El asilo se cerró en 1767, al estar la lepra prácticamente erradicada, y sus edificios fueron usados como workhaus (casa de trabajo, en alemán; un lugar donde se daba alojamiento y comida a los pobres y marginados sociales a cambio de su trabajo). En 1801, la residencia de la calle Wahlengasse (hoy Waisenhausgasse) se compró para convertirla en orfanato.

En Melaten descansa un gran número de celebridades del mundo de la industria, la cultura, el espectáculo... Allí conviven historias individuales y familiares con la historia de la ciudad. Diversos conflictos bélicos quedan registrados en sus respectivos monumentos conmemorativos: la guerra contra Napoleón, la Guerra Austro-Prusiana, la Guerra Franco-Prusiana y, por supuesto, la I y II Guerra Mundial. Me llamaron la atención 96 tumbas, todas iguales y con la misma fecha de defunción.

Observé que en muchas de esas lápidas aún se depositan flores, y eso fue lo que me apenó especialmente: después de casi 70 años, aún hay gente que llora por aquello. Fue algo similar a lo que sentí hace años en un viaje que hice a Normandía y Bretaña cuando, tras visitar el cementerio americano de Colleville-sur-Mer (sí, ese que sale en “Salvar al soldado Ryan”), fui al cementerio alemán de Mont-de-Huisnes. El primero me transmitió patriotismo, el segundo sólo tristeza, pero esa… es otra historia. Aquí os dejo ahora, y para vuestro disfrute, las fotos que hice el pasado Sábado en Melaten, tomándome, eso sí, la licencia de pasarlas a blanco y negro a modo de experimento artístico.