miércoles, 11 de mayo de 2011

Tras las huellas de Agripina

La primera vez que tomé parte en una visita guiada por la ciudad de Colonia, confieso que quedé sorprendida por la cantidad de arquitectura romana allí presente. Au contraire, Colonia fue el “ojito derecho” de muchos emperadores, por lo que en realidad a nadie debería extrañarle que cada cierto tiempo se descubran nuevos yacimientos. Fue el lugar de nacimiento de Agripina la Menor (15-59 d. C.); para más señas, hermana del emperador Calígula, esposa del emperador Claudio y madre del emperador Nerón (ya sabéis, aquél de quien se dice que incendió Roma para reconstruirla a su gusto, al tiempo que cantaba y tocaba su lira). Agripina, una mujer cuyos tejemanejes y conjuras darían para escribir libros enteros, pero a quien, en cierto modo, Colonia le debe lo que es hoy. Y así, durante 2 Sábados consecutivos, me fui en pos de sus huellas.

Roma fue fundada en el año 753 a. C., y su poder se extendió durante siglos por todo el Mediterráneo. Cuando Julio César conquistó las Galias (58-51 a. C.), el Rin se convirtió en la frontera oriental. En 27 a. C., Augusto legalizaría su posición como autócrata de facto, es decir, se proclamó el primer emperador. Los ubios, tribu germánica que habitaba a la derecha del Rin, se establecieron en la otra orilla, forjando una alianza con los romanos, y para el año 7 a. C., ya se habría consolidado un asentamiento urbano que recibiría el nombre de Oppidum Ubiorum (ciudad de los ubios). La estrepitosa derrota de Varo a manos de Arminio el Querusco frenaría la expansión romana en Germania, y confirmaría al Rin como frontera fluvial. Tiberio, comandante en jefe del ejército del Rin, y proclamado emperador en el año 14 d. C., sería responsable de la construcción de uno de los mejores ejemplos de arquitectura romana en esta ciudad: el Pretorio (tipo de construcción originalmente destinada al comandante supremo de un ejército, aunque posteriormente también sería ocupada por los gobernadores), edificio que iría renovándose y ampliándose en los siglos siguientes.

En el año 15. d. C. nació Agripina, hija de Germánico, comandante en jefe de las tropas del Rin. A los 34 años, Agripina contrajo terceras nupcias con su tío, el emperador Claudio. Éste, convencido por su mujer, elevó a Oppidum Ubiorum al rango de colonia romana, y la renombraría como Colonia Claudia Ara Agrippinensium. El año 85 vería el nacimiento de las provincias Germania Inferior y Germania Superior, convirtiéndose Colonia en capital de la primera. La ciudad conocería su máximo esplendor en los s. II-III d. C., siendo visitada a menudo por sucesivos emperadores, algunos de los cuales la escogerían como lugar de residencia. Uno de ellos fue Póstumo, autoproclamado emperador del Imperio Galo en 259 (absurdo arranque independentista que, por otra parte, duraría poco más de una década), cuya capital estableció en Colonia. El emperador Constantino también pasó grandes temporadas allí, y promovió otra de sus grandes construcciones: el fuerte Castrum Divitium, edificado entre 310-315 en la orilla derecha del Rin, y comunicado con el otro lado por el puente que llevaba su nombre.

Los francos tomaron Colonia en 355, quedando ésta prácticamente destruida, aunque el emperador Juliano el Apóstata la recuperaría apenas un año después. La ciudad se reconstruyó y se erigieron otros edificios emblemáticos como la Iglesia de San Gereón (martirizado allí por decapitación, y quien, según creo es, curiosa e irónicamente, el santo patrón contra las migrañas). Finalmente, a principios del s. V, las tropas romanas perdieron definitivamente el control de la región y hubieron de partir hacia Italia. Colonia pasaría irremediablemente a manos de los francos.

Hasta aquí la historia romana de la ciudad. Durante mi andadura, por cierto, me quedé con ganas de visitar las tumbas de Köln-Weiden (s. II d. C.), cerradas por reformas (¿?) Aunque bueno, siempre me queda el consuelo de haber visto en Roma las catacumbas genuinas, las de San Calixto, donde un encantador sacerdote nos guió en una visita a mi acompañante y a mí, a pesar de llegar al límite del horario de cierre, pero esa es otra historia. Y aunque el nombre de Ciudad Eterna es inherente a la capital italiana, la huella de Agripina la Menor sí que permanece eterna e imborrable en Colonia Claudia Ara Agrippinensium. Y para muestra, un botón… ¡disfrutad de las fotos!


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